Alcoholismo, enfermedad familiar
( Publicado en Revista Creces, Agosto 2001 )

Una de cada cinco personas bebe en forma inmoderada en el país, situación que afecta a mas de un millón 200 mil adultos de ambos sexos. No hay sustancias conocidas que aceleren significativamente la eliminación del alcohol. Su efecto se hace sentir, en mayor o menor grado, sobre la visión, inteligencia, sexualidad, sensibilidad, conducta, etc.

La mayoría de las personas usa las bebidas alcohólicas en forma moderada, obteniendo de ellas placer y agrado. Muchas personas no beben en absoluto, pero una minoría significativa bebe en forma exagerada y anormal. Como es sabido el consumo excesivo de bebidas alcohólicas da origen al "alcoholismo" y a los problemas de alcohol. Estos van mucho más allá del individuo afectado, quien ve comprometida su salud y la calidad de su vida en general. En su carrera descendente acarrea sufrimiento y daño a su familia y a cuantos lo rodean. Pero los perjuicios no se limitan al círculo más próximo: a través de los accidentes, crímenes, ausentismo, daños materiales y muchas otras consecuencias, la sociedad toda se ve afectada.

La enorme magnitud del problema se comienza a vislumbrar si consideramos que uno de cada 5 chilenos adultos bebe en forma inmoderada. Esto significa que más de un millón 200 mil compatriotas son bebedores anormales, sin que grupo social alguno escape ileso. De éstos, sólo una cuarta parte son "alcohólicos". Pero los riesgos y consecuencias del uso inmoderado del alcohol afectan a todos, bebedores excesivos y alcohólicos.

Así como el alcoholismo, en un sentido amplio, es mucho más que un problema del individuo, también es mucho más que un problema de salud. Dado que sus efectos repercuten sobre la sociedad misma, las decisiones y medidas que sea preciso tomar para hacer frente al problema corresponden a ésta.

Es el propósito de este artículo informar objetivamente a los lectores de Creces acerca de la naturaleza compleja del asunto. Se espera de este modo contribuir a despejar ciertos mitos y prejuicios que forman parte de actitudes muy enraizadas en nuestra cultura y cuya modificación es esencial para poder enfrentar uno de los problemas sociales más graves que nos afectan.


Alcohol y bebidas alcohólicas

La fermentación alcohólica se produce en forma natural a partir de diversos frutos, cereales y tubérculos que contienen algún tipo de azúcar. De esta fermentación, mediada por levaduras, se produce una serie de alcoholes (metílico, etílico, propílico, butílico, amílico, etc.)

Sólo el alcohol etílico o etanol es apto (en dosis moderadas) para el consumo humano. Las bebidas que contienen etanol son de dos tipos: Las fermentadas, que se conocen y se emplean desde tiempos prehistóricos, y las destiladas, que comienzan a producirse en Europa en el siglo XV.

Todas las bebidas contienen agua, alcohol y otras sustancias orgánicas, llamadas "congéneres". Estos últimos contribuyen al sabor y olor característicos de cada bebida, pero en grandes concentraciones pueden ser tóxicas.


Efectos inmediatos del alcohol

La concentración del alcohol se expresa en grados Gay Lussac, equivalentes a porcentaje de alcohol en volumen. Su densidad respecto del agua es de 0.8. Esto significa que 100 milítitros de una bebida alcohólica de 10 grados contienen 8 gramos de alcohol. Para dar una idea más clara diremos que un "trago corriente" (28 centímetros cúbicos de whisky por ejemplo), contiene 12 a 25 gramos de alcohol puro.

El alcohol se absorbe rápidamente en el estómago e intestino. En 15 a 30 minutos se ha distribuido en todo el organismo. A través de la sangre llega al cerebro, donde se manifiestan sus primeros efectos.

El 90% del alcohol es metabolizado (inactivado) en el hígado. Sólo una pequeña porción es eliminada como tal por la orina y la respiración (dando aliento característico).

La velocidad de eliminación del alcohol es más o menos constante y equivale, en una persona de 70 kilos, a 7 gramos de alcohol puro por hora: o sea, un trago cada 2 horas sin embriaguez.

Algunos grandes bebedores pueden metabolizar más rápidamente el alcohol, pero esto, lejos de ser una ventaja, indica un consumo excesivo y peligroso.

No hay sustancias conocidas que aceleren significativamente la eliminación del alcohol.

Diversos factores influyen sobre la velocidad de absorción, de allí los efectos inmediatos de las bebidas alcohólicas:


  1. Grado alcohólico:

    Las bebidas de mayor gradación tendrán mayor efecto, pudiendo incluso irritar el estómago e intestino. Diluyendo la bebida en agua se ayuda a demorar la absorción, pero el agua carbonatada o las bebidas de fantasía facilitan la absorción.


  2. Velocidad de ingestión:

    Mientras más rápido se beba se alcanza mayor concentración de alcohol en la sangre (alcoholemia), y más intenso su efecto.


  3. Presencia de alimentos en el estómago:

    Si se bebe comiendo, se retarda la absorción, disminuyendo la probabilidad de embriaguez.


  4. Peso:

    A mayor peso (muscular, no de tejido graso), menor concentración alcohólica.

Los primeros efectos del alcohol son conductuales. Muchas veces con alcoholemia inferior a 50 mg/100 ml (cifra que se puede lograr con uno o dos tragos, uno o dos vasos grandes de vino, una o dos botellas de cerveza), se aprecia una leve euforia y sensación de bienestar, seguida de una menor autocrítica y pérdida de la prudencia. Con 80 mg/100 ml se ve seriamente afectada la capacidad para conducir vehículos motorizados. A los 100 mg/100 ml hay torpeza y labilidad emocional (el sujeto está claramente embriagado). Con 300 mg/100 ml la persona está gravemente intoxicada y luego, pasados los 500 mg/100 ml (5 gramos de alcohol por litro de sangre), generalmente está en coma y sobreviene la muerte.

El alcohol compromete la visión, especialmente estrechando el campo visual e interfiriendo con la capacidad de distinguir el color rojo, por ejemplo. En dosis mayores, prolonga el encandilamiento. La agudeza auditiva, así como la visual, no se altera, pero sí se compromete la discriminación.

Aun con dosis bajas, disminuye la sensibilidad al dolor, el gusto y el olfato.

Del mismo modo que el alcohol compromete progresivamente la coordinación motora y las funciones sensoriales, se ven afectadas las funciones intelectuales superiores (memoria, cálculo, juicio, etc.) y el estado anímico (se hace inestable, depresivo o agresivo).

El consumo de alcohol también afecta la sexualidad. Si bien su uso en dosis moderadas puede ayudar a desinhibir y parece estimular el apetito sexual, la función o capacidad sexual se ve comprometida con dosis mayores. La embriaguez, por ejemplo, a menudo produce impotencia (reversible).

Por último, el etanol causa perturbaciones de sueño. Pese a que, como depresor del sistema nervioso central, puede inducir somnolencia, altera las fases del sueño normal, produciendo como consecuencia cansancio, irritabilidad, dificultades de concentración y de memoria. Basta un par de tragos para alterar el ciclo normal de sueño hasta 48 horas.


Alcohol y medicamentos

Todos los años aparecen numerosos fármacos para tratar las más diversas afecciones. Algunos de estos medicamentos actúan en los mismos sitios que el alcohol y pueden exagerar mutuamente su efecto (los tranquilizantes, por ejemplo, combinados con alcohol se han convertido en los últimos años en una importante causa de accidentes del tránsito). Otros pueden bloquear la metabolización del alcohol, causando la acumulación de sustancias tóxicas. A su vez, el alcohol puede aumentar o disminuir el efecto de numerosos medicamentos.

De ahí que la combinación de alcohol con fármacos constituye un riesgo adicional que debe evitarse.


Efectos a largo plazo del alcohol

El alcohol puede dañar la salud de modos muy diversos. El bebedor excesivo, por ejemplo, puede descuidar su alimentación y sufrirá las consecuencias de la desnutrición. O bien el alcohol puede tener un efecto tóxico directo sobre diferentes órganos (cerebro, hígado, corazón, etc.), a pesar de una alimentación aceptable. El bebedor está más expuesto a accidentarse (y a causar accidentes a otros). Asimismo, el uso excesivo de alcohol, junto con una menor resistencia, predispone a todo tipo de infecciones. A menudo, son varios los mecanismos nocivos que están actuando simultáneamente.

La ingestión inmoderada de alcohol puede dañar, de una u otra forma, prácticamente todos los sistemas y órganos del cuerpo humano. A menudo el daño se produce lenta e insidiosamente, en el curso de los años. Durante largo tiempo, la persona que bebe en exceso puede no tener molestias o las atribuye a otras causas, hasta que, de pronto, los síntomas se hacen evidentes para el afectado o para quienes lo rodean. Entonces muchas veces, se ha producido un daño irreversible (deterioro cerebral o cirrosis hepática, por ejemplo). Algunas de las enfermedades más comúnmente causadas por el alcohol son las siguientes:

  1. Hígado:

    El daño hepático guarda relación con la cantidad de alcohol que se bebe y con los años de ingestión excesiva. Aun cuando no hay completo acuerdo, se considera excesiva una ingestión diaria promedio superior a 75 a 100 milílitros de alcohol absoluto (1 botella de vino). Luego de 10 a 15 años, se estima que el 80% de los bebedores excesivos presentan alguna alteración del hígado. Entre ellas se incluye el hígado graso (hígado grande con depósito de grasas); la hepatitis alcohólica aguda (inflamación aguda, con destrucción de células hepáticas), y la cirrosis hepática (destrucción del tejido noble y reemplazo por tejido fibroso). La mayoría de dichas alteraciones son reversibles si el individuo deja de beber, pero la última es irreversible. La cirrosis del hígado es la causa más frecuente de muerte en los alcohólicos.

    Si bien existen otras causas de cirrosis, en Chile la mayoría de los casos se deben al alcohol. La tasa de mortalidad por cirrosis alcohólica chilena es una de las más altas del mundo.

    La cirrosis es más frecuente entre los hombres que beben en exceso, pero las mujeres que lo hacen en forma anormal parecen ser más susceptibles de sufrir la enfermedad.


  2. Sistema nervioso central y periférico:

    El efecto del alcohol sobre el cerebro y las funciones intelectuales es uno de los más frecuentes y precoces, aun en cantidad moderada. Con el uso prolongado, y asociado a deficiencias vitamínicas, se producen diversas enfermedades cerebrales, deterioro progresivo de la capacidad intelectual (encefalopatía alcohólica crónica), y se comprometen los nervios periféricos (polineuropatía alcohólica).


  3. Otras complicaciones:

    En mayor o menor medida, el alcohol contribuye a causar enfermedades que afectan a todo el organismo, entre ellas: digestivas (gastritis, úlceras, pancreatitis); del corazón (miocardiopatía, insuficiencia cardíaca); musculares (miopatías); anemia y desnutrición; disfunción sexual (atrofia testicular, menor producción de hormonas masculinas), etc.


  4. Malformaciones congénitas:

    En hijos de madres alcohólicas se encuentra el síndrome de alcohol fetal (niños pequeños, con malformaciones y retardo en el desarrollo).


  5. Desordenes emocionales:

    A menudo se bebe alcohol porque "alivia las penas", se obtiene un "estado agradable de relajación", las personas se sienten más alegres, "más ingeniosas", se superan inseguridades e inhibiciones. Hay personas que no pueden enfrentar grupos o reuniones sociales sin el apoyo del alcohol. Suele ser éste uno de los caminos que conducen a la "dependencia psicológica" del alcohol, y, eventualmente, en una proporción de los casos, a la "dependencia física" (alcoholismo propiamente tal). Otros se inician en este camino buscando, no alegría, sino relajación y olvido de las tensiones y exigencias de la vida contemporánea.

Noción de exceso

La mayoría de las personas que beben en exceso, en nuestro país al menos, probablemente lo hacen más bien por costumbre, porque la norma del grupo al que pertenecen (amigos, compañeros de trabajo), es esa: cuando se bebe, "hay que hacerlo" en grandes cantidades y hasta alcanzar la embriaguez. Es un hecho que en nuestra cultura nacional no existen nociones claras respecto de cuánto es "excesivo". Pero a esto último nos referiremos más adelante.

En todo caso, la ingestión excesiva y frecuente de alcohol, por sí sola, causa estados depresivos, ansiedad, y por la acumulación progresiva de todo tipo de problemas sociales, familiares, laborales, lleva a una situación de decaimiento psicológico y espiritual. El desarrollo gradual de tales sentimientos de desmoralización y miseria, a menudo mal interpretados por el sujeto y quienes lo rodean como la "razón" por la cual bebe, conduce al suicidio a una proporción importante de alcohólicos. Del mismo modo que afecta el estado anímico, el alcohol modifica la personalidad o manera de ser de las personas. A corto plazo puede transformar a una persona normalmente tímida y retraída en otra, alegre y desinhibida; a una plácida en agresiva, etc. A largo plazo la personalidad previa del individuo se ve deteriorada, agravándose muchas de las condiciones más negativas de su carácter.

Nuevamente se piensa que es lo anormal de su personalidad el factor que lo lleva a beber. Frecuentemente, la verdad es lo contrario.

Otras perturbaciones mentales asociadas al alcoholismo, como enfermedad, son, por ejemplo, períodos de amnesia, luego de un episodio de ingestión exagerada; los síntomas de privación, cuando la persona deja de beber bruscamente. El delirium tremens, enfermedad grave, que puede llevar inclusive a la muerte, es la manifestación más extrema del "síndrome de privación". Menos frecuentemente, el alcoholismo puede causar diversos trastornos mentales severos y crónicos: alucinosis alcohólicas, paranoia alcohólica, etc.


Bebedores normales y anormales

Hasta ahora hemos descrito algunas de las consecuencias del beber normal o excesivo. Pero ¿Qué es anormal? ¿Cuánto es excesivo?

Daremos respuesta a esas interrogantes definiendo las diferentes formas de beber y dando la frecuencia aproximada de cada tipo de bebedor en la población chilena.

  1. Abstemios:

    Son personas que jamás beben alcohol, o si lo hacen, ello ocurre en forma excepcional, para celebrar, por ejemplo, una ocasión muy importante. Jamás se embriagan.

    Los abstemios comprenden aproximadamente 20 por ciento de la población adulta chilena (mayores de 15 años). En su mayoría son mujeres, de niveles socioeconómicos más bajos y, frecuentemente, pertenecen a iglesias protestantes.


  2. Bebedores moderados:

    Beben en forma continua (diariamente en las comidas, por ejemplo), o intermitente (fiestas, fines de semana). Cuando beben ingieren en promedio menos de 100 milímetros de alcohol absoluto al día. Esta cantidad equivale, aproximadamente, a 1 botella de vino, o 7 - 8 cervezas chicas, o 1/4 de litro de pisco, por ejemplo. No se embriagan, o lo hacen menos de una vez al mes o 12 veces al año. Por embriaguez se entiende, generalmente, cualquier grado de incoordinación en los movimientos.

    La mayoría de las personas bebe en forma moderada, constituyendo alrededor del 60 por ciento de los adultos chilenos. Es el tipo de bebedor que con mayor frecuencia se da a medida que aumenta el nivel educacional y ocupacional.


  3. Bebedores excesivos:

    Son aquellas personas que beben, en promedio, más de 100 milílitros de alcohol absoluto al día. Pueden beber diariamente o en forma intermitente (los fines de semana por ejemplo). Se embriagan con frecuencia: una o más veces al mes. Suelen ser individuos que dependen psicológicamente del alcohol; lo buscan activamente y tienden a organizar la vida en torno del "trago". Este es el elemento infaltable en todo orden de actividades, familiares, sociales, deportivas, etc. Claramente beben en forma inmoderada, anormal.

    En Chile el 15% de los adultos son bebedores excesivos. Este hábito predomina entre los hombres y su frecuencia es mayor en los grupos socio-económicos más bajos.


  4. Alcohólicos:

    En general ingieren alcohol como lo hacen los bebedores excesivos. En las fases más avanzadas de la enfermedad pueden tolerar menor cantidad de alcohol. Lo que caracteriza y distingue al alcohólico de todos los demás bebedores es la dependencia física del alcohol. Además de una dependencia psicológica, existe en el alcohólico un requerimiento o apetencia de su organismo por el alcohol.

    La dependencia física, fenómeno que caracteriza a las drogas de adicción, se manifiesta por la aparición de intensos trastornos físicos (fisiológicos) cuando se interrumpe la ingestión de la sustancia causante. En el caso del alcohol se manifiesta, además, por uno u otro de los siguientes fenómenos:


    1. Incapacidad para detener la ingestión una vez iniciada; o sea, cuando el sujeto bebe una cierta cantidad, siente la imperiosa necesidad de seguir bebiendo, y pierde el control, hasta la embriaguez. La incapacidad para detenerse caracteriza al alcohólico intermitente, es decir, a aquel que puede pasar días o semanas sin beber, pero que cuando -por cualquier motivo- comienza a hacerlo, no es capaz de controlarse y puede seguir bebiendo hasta la embriaguez durante uno, dos o más días (crisis de ingestión). Esta es la forma más dañina y peligrosa de beber para la salud del individuo. Los alcohólicos intermitentes, por ejemplo, están más expuestos a sufrir graves cuadros de privación, inclusive delirium tremens, cuando deben dejar de beber. Aproximadamente la mitad de los alcohólicos en Chile son intermitentes.

    2. Incapacidad para abstenerse. Caracteriza al alcoholismo continuo o inveterado. El individuo afectado no puede pasar más de algunas horas sin ingerir una cierta cantidad de alcohol; si no lo hace, se siente nervioso, inquieto, tembloroso (síntomas de privación). Estos enfermos pueden llevar, por muchos años, una vida casi normal; durante el día se escapan cada tantas horas para tomar una copa o dos; con ello "afirman el pulso" y pueden seguir desempeñando sus labores en forma más o menos aceptable. El sujeto afectado muchas veces no llega a la embriaguez profunda sino en las noches o los fines de semana.


    Estas formas de alcoholismo, intermitente y continua, pueden dar origen a cuadros mixtos.

    Conviene destacar que la enfermedad alcohólica, tal como se ha descrito, tiene por antecedente necesario la ingestión excesiva y crónica de alcohol (generalmente ocho o más años). Sin embargo, no todos los bebedores excesivos llegan a padecer la dependencia física del alcohol. En la evolución hacia el alcoholismo probablemente intervienen factores de tipo genético.

    Por otra parte, la enfermedad se desarrolla en forma lenta e insidiosa existiendo una enorme variabilidad de un individuo a otro. No todas las manifestaciones típicas están presentes todo el tiempo desde un comienzo. De ahí que tanto el enfermo como sus familiares próximos frecuentemente no reconozcan los síntomas iniciales como señal de enfermedad. Entre éstos cabe mencionar: Episodios de amnesia después de una ingestión; temblor, náuseas y malestar matinal (que se alivia con un trago), pérdida ocasional del control, etc. Una vez establecido el cuadro de dependencia física, sin embargo, la enfermedad parece adquirir ímpetu propio y se hace progresiva, salvo que se detenga la ingestión.

    La consecuencia más importante de la digestión entre alcohólico y bebedor excesivo, ambos bebedores anormales y expuestos por igual a enfermedades, accidentes y a causar daño social, es que el alcohólico debe, necesariamente, dejar definitivamente de beber para detener la enfermedad; en tanto que el bebedor excesivo podría transformarse en bebedor moderado.

    La frecuencia del alcoholismo alcanza al 5 por ciento de los mayores de 15 años. Es por lo menos 10 veces más frecuente en hombres que en mujeres, siendo esa diferencia más acentuada en los niveles sociales más bajos y menos notoria en los más altos.

    La enfermedad es más frecuente en aquellos grupos que más acostumbran a beber excesivamente, pero hay alcohólicos en todos los niveles de nuestra sociedad.



Dr. Marcelo Trucco Burrows

Hospital del Trabajador


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